Cómo llegué a programar cuando me prometí nunca hacerlo

April 26, 2022

Desde chico insoportable - Colegio

Yo aprendí a leer y escribir muy chico. No chico para que me llevaran a Sábado Gigante a lucirme, pero sí para esperanzar a la familia de un talento. Acá venía el futuro gerente de banco. Antes de entrar a prekínder, se supone, que yo hacía lo que debería haber hecho en primero básico. Y por iniciativa propia, además, sin que nadie me enseñara. La vida ya parecía resuelta antes de saber amarrarme los zapatos.

Después me fui pasmando. Pero en mi defensa, ¿cómo uno mantiene ese nivel de expectativas? ¿Multiplicar números de tres dígitos en segundo básico? Ahí guateé, nunca fui un prodigio para las matemáticas. Me iba bien, andaba en los primeros puestos del curso, pero nada increíble. Esto me vine a dar cuenta hace poco: en el momento me sentía la última chupá del mate. Para salvar el ego, eso sí, me perfilé como un weón humanista. Y ahí si lees harto ya estás cumpliendo, no hay mucho talento de por medio.

Así llegué a dar la PSU pensando que iba a estudiar Sociología. Derecho, la opción fácil, me sonaba horrible. Sociología o Antropología (que ese año comenzaba en la UC, donde sí o sí quería estudiar) sonaban como una opción mucho más sensual. Mientras esperaba los resultados escuché a mi pedazo de yo más realista y me di cuenta que un rubiecito de colegio pagado en UF no sabía ser pobre o estar en FONASA. ¿Qué podía estudiar para ganar plata como se esperaba de mí? Miré un poco hacia los lados, y vi que todas las personas más inteligentes que yo de mi colegio estudiaban Medicina o Ingeniería. Llegaron los resultados: no me daba para Medicina en la UC, pero sí en Ingeniería. Listo, mi destino estaba listo. Vamos a resolver esa vida.

Me admití vendido - Universidad

Tuve suerte en la Universidad. Parece que sí me gustaba la parte cuantitativa. Cuando hubo un desafío en la matemática y apareció el concepto de la matemática pura, quedé fascinado. Había una similitud entre el científico que busca el conocimiento por sí mismo y las humanidades. Cuando se buscaba entender y no aplicar, yo estaba interesado. Ahí pensé que mi especialidad podía ser matemática o computación. No me atreví a matemática: entraba la gente más inteligente y sufrían hasta el último día. Para la computación, por el otro lado, tenía menos talento que para cualquier otra cosa en mi vida (fuera del deporte, claro). Ahí quedé. Plan común iba bien, pero no me cerraba ninguna especialidad en mi cabeza.

Ahí me metí en el grindset mentalidad de tiburón y me puse a estudiar computación en mi tiempo propio y tomé un ramo adicional de computación. Seguí sin brillar, pero salvaba. Especialmente en la parte teórica. En las tareas y proyectos aplicados me iba malito, y eso me preocupaba. Mi código era horrible. Mis compañeros parecían lactar código correcto, ordenado y legible. Mi cabeza y mi código eran tallarines pegados en la olla que era mi notebook HP.

Con esa falta de talento empecé a cuestionarme el mundillo de la programación. Empecé a conocer más de las carreras de mis fellows engineers y de familiares de distinto nivel de éxito. Ahí me enteré de varios hechos que me marcaron:

  1. El que llega a gerente general en una empresa es usualmente el gerente de finanzas o algo como gerente de estrategia. Nunca, pero nunca, el gerente de tecnología. Este es gerente solo de nombre. Esta persona es usualmente un sysadmin glorificado y mejor vestido a quien nadie quiere darle ni presupuesto ni tiempo para una reunión.

  2. La carrera del programador es muy horizontal, como la de arquitectos o abogados. Uno es ingeniero de software. A los 4-6 años puede ser ingeniero de software senior. Unos años más y si eres prodigioso, lograrás un ascenso a tech lead, manager o staff. Y ahí termina la escalera en el 90% de las empresas. En el otro 10% hay un escalón extra de arquitecto o ingeniero principal, mas nunca nada más allá. Arriba solo está el CTO, que es un socio fundador de la empresa que solo se irá de la empresa 10 días hábiles después de muerto. Compárelo con quien en un banco de inversiones: atraviesa el camino analista → analista senior → asociado → asociado senior → vice presidente → managing director. OK, son pocos los que la hacen completa, pero los que salen en la mitad de todas maneras terminan en cargos de gerencia en otras industrias.

  3. No hay mucho caso en diferenciarse con un posgrado. El cuico chileno en carrera tradicional (ingeniero o ingeniero comercial trabajando en finanzas o servicios) se diferencia de su competencia pagándose un —prohibitivamente caro— MBA en USA o Europa. Una vez obtenido el diploma, no necesita decirle a su empleador que es uno de ellos: todos lo saben tácitamente. El retorno de la inversión (si es que es un buen MBA, claro) está asegurado. Los altos ejecutivos están dispuestos a gastar mucho en sueldos altos en MBAs que no saben nada con total de mantener el status quo. Es un cienpiés humano donde la generación anterior te justifica tu MBA objetivamente inútil pagándote un sueldo ridículo, mientras que tú a los 5 años y en tu flamante plaza de gerente deberás gastar unos descriteriados morlacos contratando a la nueva camada de MBAs de tu clase social. Todo esto para mantener a los C2C3 fuera del último piso de la empresa. En tecnología, en cambio, nadie paga más ni ofrece ascensos a quien hace un magíster en ciencia de la computación en Oxford. Y tienen toda la razón, si es un grado inútil. Pero no podré acelerar mi carrera metiéndole plata como el resto de mis compañeros de colegio.

Oh el huevón terco - Primeras pegas

Salí de la universidad y a los tres meses ya había hecho la prueba para irme al MBA. Era solo cosa de tiempo y acumular buenas referencias, me dije. Para más lucimiento, mi primera pega fue en algo de tecnología (no full programador eso sí, igual con gestión) en el gobierno en temas de pobreza. Tecnología - Gobierno - Pobreza: la Lucrísima Trinidad para entrar a un MBA portentoso. Pues bien, esos 10 meses fueron los meses más largos de mi vida. Salía del trabajo a las 17:30, antes que cualquier otro amigo, pero la jornada se me hacía eterna. No aprendía nada

Decidí que me faltaba más desafío. Me fui a un trabajo de consultoría interna en Cornershop, la empresa más bacán del país. Hockeystrick growth et al. Duré dos meses hasta que tuve ataques de pánico, problemas para dormir y angustias persistentes. Tuve que irme. Mucha presión, creo propósito. Me despertaba pensando que faltaban 40 años para jubilarme, y sonaba como mucho tiempo.

La vida, como uno mismo, es un círculo - Programando

Entonces tuve mi primer tiempo libre hacía años: desempleado y habiendo agotado todas las carreras tradicionales que me habían atraído en un comienzo. Y ahora qué. Hice crucigramas, jugué muchos solitarios. Escribí cuentos. Tomé sol. Fueron unos buenos dos meses.

Hasta que me llamó F. Buscaba programadores para su empresa. Uff, yo seguía feliz de cesante. Haz la prueba igual —me dijo— y de ahí hablamos. Sonaba auténticamente sin trabas, entonces dije que sí. No programaba en serio hacía casi dos años, pero tuve que lanzarme. Fue una experiencia dura. No cumplí los requisitos mínimos de performance de la prueba. Le mandé un correo a F diciéndole muchas gracias pero no es para mí, dí mucho jugo. Revisemos la prueba igual —me dijo— y de ahí hablamos. La revisamos. Le dio lo mismo que fuera una mala prueba, y terminé entrando a trabajar de programador.

Y me di cuenta de que mis contraargumentos para no trabajar de programador eran, en general, argumentos a favor de la industria.

  1. ¿No llegaré a gerente general? Aleluya. No quiero mandar gente, o al menos no más allá de un equipo pequeño.
  2. La carrera es horizontal en cargos, pero no tanto en sueldo. Te pagan por tu experiencia y aporte, aunque tu título no cambie por años o décadas. Te debes presentar como lo que eres: ingeniero de software. Sin tratos de realeza por el cargo rimbombante. Una vez que eso no está en tu cabeza, puedes trabajar con menos miedo y mucho mejor.
  3. ¿No tengo que hacer un posgrado para que me valoren? ¿No tengo que endeudarme por USD 80.000? ¿Por qué pensé que esto era algo malo? Si es que en algún momento hago un posgrado será porque quiero estudiarlo y me hace feliz. Sacaremos la presión extríseca de la ecuación.

Me gusta trabajar. Mucho, en general más que el tiempo libre. Quizás es un problema de mis pasatiempos. Pero lo único que sé es que haciendo planillas Excel y armando presentaciones no me sentí bien conmigo mismo casi nunca. Y es raro, porque es en algo donde no tengo demasiado talento. No soy el prodigio ni el que ve la Matrix. No puedo ocupar mi vocación humanista. Quizás incluso no es donde voy a llegar más lejos. Y cada vez estoy más convencido de que eso me importa un carajo.


Escrito por JM Comber — Ingeniero de software en Santiago de Chile. El balance entre el cansancio y el aburrimiento es sutil.
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